Cada empresa tiene como objetivo formular una buena estrategia y ejecutarla lo mejor posible. Sin embargo, la mayoría de las ocasiones tenemos una buena estrategia de la cual hacemos una mala ejecución o, al contrario, no identificamos una mala estrategia pero hacemos una buena ejecución. En ambos casos tendemos a fracasar.
Comencemos con lo que es una estrategia.
En términos simples una estrategia es el plan para lograr los objetivos o resultados deseados. Si alguna organización tiene objetivos bien definidos y puede desarrollar una estrategia para alcanzarlos, debería ser la mitad de la batalla ganada.
Pero se ve que la ejecución falla. ¿Por qué sucede así? Puede ser culpa del equipo que ejecuta la estrategia, o ciertos factores desconocidos que se introducen inesperadamente o sin saberlo mientras ejecutan el plan.
¿Qué debe hacerse? Idealmente, el equipo que elabora las estrategias debería considerar factores tales como: quiénes son las personas que la ejecutarán, si la empresa tiene la capacidad de realizarla, qué ocurre si ocurre algún cambio o evento inesperado durante la ejecución, cuáles son los riesgos involucrados, etcétera.
No se puede crear una estrategia sin tener en cuenta la capacidad de las personas que la llevarán a cabo. Uno puede crear un gran plan de marketing, pero si el personal de marketing de campo no comprende y ejecuta el plan, es probable que falle y comience el juego de la culpa.
¿Puede una empresa formar un solo equipo que no únicamente cree la estrategia sino que también sea responsable de ejecutarla? Esto eliminaría muchos de esos problemas en el camino.
El problema es la experiencia.
Puede ser que haya un buen estratega, pero no necesariamente sea un buen ejecutor. También puede haber un mal estratega pero un buen ejecutor en el terreno. ¿Qué pasa si tales argumentos son presentados por el equipo en formación? Muy bien, en este caso es recomendable crear una estrategia y mantener al equipo de ejecución al tanto durante todo el proceso de creación de la estrategia.
Debemos estar atentos para evitar que esto genere otro conjunto de problemas como que las opiniones de los equipos lleguen a ser tan diferentes que nunca se obtendrán resultados positivos.
Estos son algunos factores que podrían hacer fracasar los objetivos que queremos alcanzar. En la vida real surgen más complicaciones y, especialmente en las grandes organizaciones, las complejidades aumentan. La única solución para la alta dirección es establecer objetivos y discutirlos con cada uno.
Después de generar confianza, elabora estrategias y deja que todos participen en la ejecución del plan. Decide qué es totalmente factible y por qué puede lograrse. Deja que el equipo se comprometa a lograr lo que es totalmente alcanzable y promételes recompensas si alcanzan “lo imposible”.
La sinergia entre los creadores de la estrategia y los ejecutores finalmente decidirá el resultado final.